Hoy se apagó una luz que parecía eterna. La de Doña Ena Miojevich. Valiente, guerrera, sonriente, deportista, toda una dama.
Así era Ena. Fue reina del club y su nombre está en la cancha Nº 2 de Trebolense.
Ena era todo lo que una mujer puede soñar con ser. Amiga, madre, abuela, buena madera, divertida y de espíritu jovial.
Ena era luz donde estaba. Y esa luz un día se apagó. Al menos acá, entre los vivos, porque seguro brillará por siempre, en una cancha de bochas del cielo. Allí ella buscará dar el batacazo entre tantos amigos, bochando sin cesar, arrimando como sólo su muñeca y su mano lo solía hacer.
Acá nos quedaremos recordándola, sin tristezas, porque vivió una vida plena.
Los bochófilos del «Cele», en una mesa de asado, contando anécdotas, le dirán un día a sus nietos: «Había una vez, una gran mujer, se llamaba Ena y jugaba como los Dioses». Y ellos sonreirán al escuchar la leyenda, porque desde hoy Ena es eso, un mito, una leyenda y bien de Trebolense.