Aida siempre nos enorgulleció. Por su manera de ser, por ser hincha del «Cele, por su amor indisimulable por el club, por su desfachatez y su alegría por vivir.
Aida se nos fue un lunes de sol, en medio de una pandemia que nos tiene a todos atados de pies y manos, en medio de un silencio obligado y de una angustia que nos sobrepasa.
Aida se fue porque el cielo necesitaba estrellas. Porque el planeta está enfermo y ella necesitaba iluminarlo. Como esa noche que fue un destello siendo dama de honor, como esas tardes de «cancha» en la «Quema», como esos días de dulce caminata por los pasillos del club.
Aida se nos fue porque, como en un partido de fútbol, necesitaba ser útil en otra posición. Y desde allí, con su luz poder darlos el brillo que hoy necesitamos.
Hasta siempre querida reina, querida dama, querida soberana, querida amiga. Por acá nadie te olvidará, y al elevar nuestro rostro al cielo desde este planeta enfermo, nos vamos a reir con alguna de tus ocurrencias.